Viviendo promesas by Amy Lane

Viviendo promesas by Amy Lane

autor:Amy Lane [Lane, Amy]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Dreamspinner Press
publicado: 2015-07-24T00:00:00+00:00


CUANDO SE despertó, con las cortinas cerradas sobre otro día gris y lleno de niebla, tenía algo cálido, vibrante y peludo sobre el pecho, y el salón de Jeff estaba compasivamente oscuro.

«Oh, mierda. El salón de Jeff». Estaba en el salón de Jeff.

—Joooooooooooo...

—¡Está vivo! —No era la voz de Jeff, y Collin bizqueó para ver a quién pertenecía. Durante un momento todo lo que vio fue un rostro muy oscuro encima de una cegadora camiseta blanca, y entonces sumó dos y dos.

—Martin —gruñó. Oh, bien. Se sentía hecho mierda, probablemente tenía incluso peor aspecto, y allí estaba el elefante en el salón, comiendo lo que parecía un cuenco lleno de una mezcla de cereales con la fuerza y brío de una excavadora en un vertedero—. Dios. ¿No vas a algún sitio durante el día?

—Gnormalmenge —dijo Martin con la boca llena de algo lleno de colorido y azúcar. Tragó, y el sonido rebotó en el cráneo de Collin—. Jeff me ha dicho que me quedase para asegurarme de que estabas bien, que me dejarías en Casa Promesa cuando te fueras para que él pudiera recogerme allí.

—Oh, mierda. —Le latía la cabeza con la logística de los taxis, de su coche aparcado frente a la discoteca y de hacer llegar a aquel adolescente a Levee Oaks cuando la ciudad se encontraba justo en la dirección contraria. Pero, de todos modos, tenía que ir a trabajar...

—¡Oh, joder! ¡El trabajo! —Intentó sentarse, y el monstruo que tenía sobre el pecho le clavó las uñas como si el asunto no fuera con él. Collin gritó como una niña, pasó un brazo alrededor del (uf) gato (¿era aquello un gato de verdad? Dios. ¿Desde cuándo pesaban tanto los gatos?) e intentó sentarse y pensar.

En ese momento los pantalones que había junto al sofá empezaron a zumbar a causa del teléfono que había en el bolsillo, y ni siquiera pensó en evitar la llamada de Joshua. Incluso a pesar de que estaba bastante seguro de que iba a recibir la bronca del siglo. El gato se escabulló de su agarre y aterrizó en el suelo con un sonido seco que, lo juraba por Dios, parecía capaz de doblar las tablas del suelo, y él fue a contestar el teléfono.

Tuvo que mantenerlo alejado de la oreja durante un minuto antes de que Joshua se calmara lo suficiente como para que pudiera contestar, y entonces echó una mirada de vergüenza a Martin mientras ambos oían claramente lo de «¡...tenemos una cola de coches que llega hasta China, idiota estúpido, mueve el culo hasta aquí y deja de preocuparnos a mí y a tu madre!».

Aquella fue la entrada de Collin.

—Lo siento —dijo en el auricular, sintiéndose mal de verdad. Si Joshua había llamado a su madre, ambos sabían que había salido, y probablemente recordaban al niño estúpido que había sido en el pasado. Así que básicamente tenían una base sólida para pensar que había hecho algo excepcionalmente estúpido. Se había jurado que no haría que la gente siguiera preocupándose por él, y aquella no era muy buena manera de mantener aquella promesa.



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